viernes, 18 de abril de 2014

El Desayuno

Todas las mañanas durante los últimos 10 años él se levantaba y preparaba el desayuno para su esposa y para él. Mientras lo hacía solía cantar. En algún punto siempre cantaba ‘With or Without You’ de U2. Luego de eso llevaba el desayuno a la habitación, colocaba el de su esposa sobre la mesa de noche de ella, luego colaba el de él sobre su mesa de noche, se recostaba y le daba un beso. Esa mañana él no cantaba. Preparó huevos revueltos con salchicha y chocolate con pan, lo que ella amaba comer al desayuno. El silencio en la casa era abrumador e incluso más ensordecedor que mil gritos juntos. Él subió a la habitación como siempre solía hacerlo. Su esposa estaba aún acostada en la cama. Colocó el desayuno de ella sobre su mesa de noche, luego el de él sobre la suya. En esta oportunidad él no se recostó a su lado ni la besó, simplemente se quedó parado observándola por algunos minutos mientras recapitulaba fragmentos de la noche anterior.
Al llegar juntos a casa, él le ayudó a subir a la habitación. Ella tenía un gran abrigo y debajo de este, una pijama.  Ella estaba demacrada y evidentemente enferma. Él le quitó la ropa y le puso una bata. Él también se quitó su ropa. Ambos se dirigieron al baño. Ella se sentó en el inodoro mientras él abrió la ducha y esperó que el agua estuviera moderadamente caliente. Le ayudó a su esposa a quitarse la bata y ambos entraron a la ducha. Una vez en su interior ambos se dieron un largo beso que era evidente que ninguno de los dos quería que terminara nunca. El agua caía sobre sus rostros mientras lo hacían ocultando las copiosas lágrimas que de ambos salían. Él se apartó un poco de ella, tomó un jabón y empezó a bañarla. Luego se bañó. Ambos salieron de la ducha y se acostaron desnudos bajo las cobijas y se abrazaron.
Su esposa solía fumar, aunque hacía más de 3 meses no se había fumado un solo cigarrillo. Él nunca había fumado en su vida. Caminó hasta la mesa de noche de ella y abrió uno de los cajones de la misma. Adentro había un paquete de cigarrillos que ella nunca terminó, a su lado un encendedor. Él tomó ambas cosas y se dirigió a la ventana. Tomó una silla que se encontraba cerca, sacó un cigarrillo de la caja, lo encendió, lo llevó a su boca y dio una gran y profunda bocanada. La tos no se hizo esperar pero al haber pasado dio otra bocanada, luego otra y luego otra. Acababa de empezar a fumar. A medida que él consumía el cigarrillo, sentado en la silla, continúo recordando la noche.
El silencio fue largo y doloroso para los dos mientras estuvieron abrazados pero se rompió con las palabras de ella.
-¿Sabes, Andrés? Desde el primer día en que te vi en la Universidad supe que ibas a ser el último hombre de mi vida, mi mejor amigo, mi amante y mi esposo. Y a lo largo de todos estos años a tu lado me he dado cuenta que es así. ¡Eres mi todo, amor!-
-Ese día en la Universidad, -dijo Andrés, -me pareciste la mujer más hermosa del mundo. ¡Te amo mi princesa!-
-Yo a ti amor-.
La noche se fue consumiendo mientras los dos continuaron recordando su historia de vida juntos. La primera vez que salieron. La primera vez que se besaron. La primera vez que se dijeron que se amaban mientras hacían el amor. Su matrimonio. Sus planes. Sus sueños. A veces en medio de la conversación ambos se quedaban callados por algunos minutos, luego se miraba y se besaban. Él en ningún momento dejó de consentirla.
El cigarrillo iba llegando a su fin y Andrés seguía observando a su esposa que yacía acostada en la cama. Una lágrima se escurrió con lentitud por su mejilla derecha. Apagó la colilla sobre la pared, se paró y se dirigió a ella. Sus pasos fueron lentos, como no queriendo llegar nunca a su lado. La noche anterior aún estaba fresca en su alma. Su última noche.
En algún punto de la conversación él se sentó y tomándola a ella la recostó sobre su regazo y así continuaron charlando. Un nuevo silencio se hizo presente en la conversación, él seguía consintiéndola y continúo hablándole. Pasados algunos minutos, durante los cuales solo él hablaba, el silencio de ella evidenció la triste realidad. Él tomo su cuerpo la acostó y la cubrió con las cobijas. Se paró de la cama y mientras las lágrimas corrían por sus mejillas miró el reloj de la habitación. 4:17 am. Su esposa acababa de morir luego de haber luchado por varios meses contra un cáncer. Él regreso a la cama, se acostó al lado de su esposa, la abrazó y continúo llorando hasta quedarse dormido.
Dio el último paso y se encontró al lado de su esposa. El llanto volvió a brotar de sus ojos sin que él pudiera evitarlo. Una gorda y pesada lágrima cayó sobre el rostro de ella. Él se agacho y tomando su frío rostro la beso fuertemente. Luego de eso se paró, tomó el teléfono y marcó un número.
-Hola señora Mariela. Infortunadamente ambos sabemos por qué llamo-.
Al otro lado del teléfono se escuchó el llanto del interlocutor. Andrés continuaba llorando mientras pidió que le comunicaran con Gabriel, su hijo de 8 años. Gabriel pasó al teléfono.
-¿Papi? -preguntó Gabriel.
-With or without you -empezó a cantar Andres- I can’t live, with or without you…-
  

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