miércoles, 16 de abril de 2014

Lógica

-¡Me declaro culpable del asesinato de ese niño! Su señoría. -dijo David-

Algunas lágrimas silenciosas se escurrieron en la sala de la corte dónde él era acusado del asesinato del joven Sebastián Gonzales, de 9 años. Los rostros de horror y repudio en la audiencia y en el jurado se manifestaron apenas él dijo esas palabras. El silencio fue breve, pero tan frío y cortante como el cuchillo que David había utilizado para acabar con la vida de ese tierno ángel aquella noche.

Esa noche David había salido de su casa a caminar alrededor de las 7pm. Llevaba puesto su abrigo de invierno debido al frío penetrante que le calaba los huesos.  Desde hacía 3 años las noches eran un martirio para él. Antes del incidente, él, su esposa, y sus dos hijos se sentaban alrededor de las 7pm para cenar juntos. La última vez que lo hicieron, José, su hijo de 3 años regó la comida y David lo regaño por tu torpeza. Nunca había podido superar que las últimas palabras que su hijo menor escuchó de parte de su padre fueron un regaño.

-Señor Rodríguez, -dijo el juez- dudo mucho que siendo usted su propia defensa el hecho de aceptar tan brutal crimen le genere algún tipo de rebaja de pena. Pero la ley es para todos. Prosiga.

-Gracias señoría, -dijo David- Señoras y señores del jurado, señoría. Mis primeras palabras ante ustedes han sido esas, me declaro culpable. No espero, ni deseo que ninguno de ustedes me absuelva de la pena máxima, la pena de muerte. No espero ni deseo que ninguno de ustedes reduzca mi condena. De hecho, al yo renunciar a mi derecho a ser defendido por un abogado y asumir mi propia defensa no tenía en mente defenderme en ningún momento de algo que no es defendible bajo ninguna perspectiva. Solo decidí aprovechar esta tribuna para explicar mi caso. Solo Dios sabe mis razones para hacer lo que hice y espero que en su misericordia me permita irme al infierno. Ahora ustedes, señoras y señores del jurado, su señoría, sabrán qué sucedió y por sobre todo, por qué sucedió.

David sabía que el joven Sebastián llegaba de su clase de violín alrededor de las 8pm por lo que, luego de haber caminado por un tiemp,o se escondió tras el gran Abedul que se encontraba en medio de las dos casas. Ese mismo Abedul que en algún momento albergó la casa en el árbol de su hijo mayor, Andrés. La casa en el árbol –pensó en voz alta-, mientras esperaba la llegada de quién sería su víctima. Inevitablemente los recuerdos llegaron a él como un puño al hígado…

Al entrar en la casa, luego de  la cena, el miedo hizo presa de él al observar un gran charco de sangre en la cocina. Su primer instinto fue empezar a gritar los nombres de sus hijos y esposa mientras entraba en las habitaciones de su casa, pero no logró encontrarlos. Con angustia llamó a la policía. Las palabras fueron una bizarra y dolorosa mezcla de gritos, llantos y gemidos de dolor. Mientras aguardaba a que la policía llegara empezó a observar la casa con mayor detenimiento y vio un rastro de sangre que salía por la puerta trasera de la casa. Siguió ese rumbo con ansiedad y aún con la esperanza de que su familia hubiese escapado a salvo de su agresor.  El rastro de sangre llevaba hacía la base del Abedul por lo que decidió subirlo para mirar en su interior.  

-Señor Rodríguez –interrumpió el juez-, no crea que con lo que desde ya se evidencia como un típico caso de hacerse la victima obtendrá alguna simpatía o logrará postergar la inevitable decisión.

-Para nada su señoría, -dijo David- no busco eso en lo absoluto. Yo deseo ser condenado lo más pronto posible, por lo que trataré de abreviar mi relato. Señores y señoras del jurado, su señoría, –continuó David- mi nombre es David Coronado. Si, el esposo de la tristemente famosa María Sánchez.

La ansiedad por la demora de Sebastián se estaba tornando imposible de sobrellevar. Estar tras el Abedul y recordarlo todo empezaba a generar ganas de arrepentirse de cometer tan vil acto, pero a su vez recordarlo todo le daba la fuerza para hacerlo. ¡Debo hacerlo! –se dijo a sí mismo-

Al ingresar a la casa en el árbol la imagen que encontró revolvió sus entrañas provocándole ganas de vomitar. En el interior de la casa en el árbol estaban los cadáveres de sus dos hijos, degollados. Y frente a él estaba su esposa, arrodillada y sosteniendo un cuchillo contra su propio cuello.  David se acercó lentamente a ella para quitarle el cuchillo, pero ella de un solo movimiento cortó su propio cuello. David se abalanzó y con sus manos hizo presión sobre la herida pero la sangre manaba a borbotones entre sus dedos. La mirada de su esposa se apagó inexpresiva.

-He de hacer un par de salvedades antes de continuar mi exposición. Cómo bien lo demostraron las investigaciones posteriores a ese doloroso día, mi amada esposa, quién tenía un largo historial de psicosis,  sufrió un ataque psicótico por culpa del psiquíatra que decidió suspenderle las medicinas, lo cual la llevó a realizar lo que realizó. Ella era la mujer más tierna del planeta y la mejor madre posible. Nunca he dejado de amarla, aunque lo que hizo nunca será perdonado por Dios. 

Finalmente Sebastián apareció y sin darse cuenta se fue aproximando a su final. Y además de todo lo dejan caminar solo a estas horas de la noche, ¡malditos!, -pensó David- mientras del interior de su abrigo sacaba un largo cuchillo. David salió de su escondite y se aproximó a Sebastián por su espalda sin que el tierno infante lo notara. Con su mano derecha tapo la boca del niño mientras con su mano izquierda clavó el puñal en la base de su cráneo causándole la muerte instantánea. Tomó el cuerpecito y lo puso en el suelo. Ya puedes descansar angelito, -dijo- mientras le besaba la frente con amor. Levantó su mirada solo para ver la ventana de Sebastián…

Casi tres años habían pasado ya desde el incidente y cómo siempre David salía alrededor de las 7pm a caminar. Acababa de pasar el Abedul cuando el llanto de un niño llamó su atención. David se quedó quieto para que poder escuchar bien y determinar su procedencia. Su cabeza giró hacía la ventana de Sebastián, el hijo de los vecinos. David se aproximó a esta pero se detuvo al escuchar las voces de dos hombres que hablaban entre ellos. David sólo entendió unas pocas palabras, suficientes para saber que sucedía.” Tu hijo es delicioso…”

-Señoras y señores del jurado, señoría. Cómo evidenciarán los documentos que he aportado a ustedes los padres de ese angelito no solo abusaban de él sino que además lo prostituían a sus más depravados amigos. Yo lo descubrí hace unos meses. Ahora bien, ustedes se preguntarán, ¿qué desquiciado decide, sabiendo esto,  matar al niño? Bueno, ya verán que dicha locura no es tal. Rápidamente explicaré mi lógica.
Los rostros de la gente en el estrado se encontraban en un estado de sorpresa tal que nadie se movía y la gente parecía ni siquiera respirar ante el relato del acusado.


-Cuando mi amada esposa asesinó a nuestros angelitos se condenó a si misma al infierno. Mis angelitos, como tales, están en el cielo. Sebastián, ese angelito, al ser asesinado por mí fue directo al cielo y no sufrió lo que hubiese sido una vida llena de dolores y traumas insuperables. Yo, al asesinar a ese angelito iré al infierno, con mi amada. Y los malditos padres irán a la cárcel con las pruebas que he aportado. Así es que señoras y señores del jurado, señoría, exijo para mí, por favor, la pena de muerte. Gracias.

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