lunes, 4 de junio de 2012

Vida.


Y mientras aguardamos por nuestro final nos aferramos de ilusiones como un bebe se aferra a la teta de su madre. Construimos castillos de naipes que habitamos con nuestros sueños; temerosos del día en que los veamos caer sobre nosotros, más seguros de que algún día lo harán. Nos vamos a dormir creyendo los cuentos de la infancia, donde las princesas amaban luego del primer beso, donde el bien triunfaba y donde al final vivían felices y comían perdices. Rogamos por milagros, los buscamos y en ocasiones los inventamos a fin de satisfacer nuestro profundo y cada vez más grande vacio. Gritamos en silencio y desgarramos nuestra piel tratando de calmar la angustia de continuar en pie. Añoramos el invierno en medio del sol y repudiamos la lluvia cuando queremos calor. Vivimos esperando la muerte y temerosos de su llegada. Basamos nuestras esperanzas en construcciones sociales y culturales, en ser aptos para este mundo y en encajar dentro de modelos abyectos.
Hijos del miedo existencial.

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