Y mientras
aguardamos por nuestro final nos aferramos de ilusiones como un bebe se aferra
a la teta de su madre. Construimos castillos de naipes que habitamos con
nuestros sueños; temerosos del día en que los veamos caer sobre nosotros, más
seguros de que algún día lo harán. Nos vamos a dormir creyendo los cuentos de
la infancia, donde las princesas amaban luego del primer beso, donde el bien
triunfaba y donde al final vivían felices y comían perdices. Rogamos por
milagros, los buscamos y en ocasiones los inventamos a fin de satisfacer
nuestro profundo y cada vez más grande vacio. Gritamos en silencio y
desgarramos nuestra piel tratando de calmar la angustia de continuar en pie. Añoramos
el invierno en medio del sol y repudiamos la lluvia cuando queremos calor.
Vivimos esperando la muerte y temerosos de su llegada. Basamos nuestras
esperanzas en construcciones sociales y culturales, en ser aptos para este
mundo y en encajar dentro de modelos abyectos.
Hijos del miedo existencial.
lunes, 4 de junio de 2012
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