viernes, 11 de abril de 2014

La cura

El sótano se encontraba iluminado por una fuerte luz incandescente que le daba a todo en su interior un aire de pureza. Distribuidas estratégicamente se encontraban varias máquinas de soporte respiratorio, de monitoreo de signos vitales y otros sistemas de apoyo. En el centro del sótano había dos camillas. En una de ellas se encontraba una mujer acostada y que parecía estar dormida. Tenía puesta una túnica blanca que hacía que la palidez de su piel se acentuara. La belleza de esa mujer era incomparable. La segunda camilla se encontraba vacía. En la puerta del sótano se encontraban dos mujeres, vestidas con batas blancas, tapabocas y gorros. Evidentemente eran enfermeras. Hablaban entre ellas con cierto aire de preocupación mientras parecían aguardar a que alguien llegara.

La puerta del sótano se abrió con brusquedad y al hacerlo entró un hombre joven. Caminó con seguridad y determinación  hacia la camilla donde se encontraba la mujer. Las dos enfermeras que se encontraban hablando detuvieron su charla abruptamente y caminaron detrás del joven. Este se aproximó a la mujer en la camilla y leyó los números en las maquinas a las cuales ella se encontraba conectada.

-¿Algún cambio en la presión arterial? Preguntó a las enfermeras sin observarlas.

-No doctor. Ella se encuentra estable. Dijo una de ellas.

-¿La saturación?

-96%. Respondió la otra.

El joven se alejó de la mujer y caminó hacía un rincón del sótano donde empezó a hablar solo por un momento.

‘Todo va a salir bien D. Todo va a salir muy bien. Los ensayos previos, a excepción del penúltimo fueron un éxito rotundo. Ella va a estar bien. Ella va a estar bien D. Tengo que controlar todas las variables, esta vez no va a fallar, no puede fallar.’

Las dos enfermeras lo observaban impávidas y sin musitar palabra.

El joven se volteó con fuerza hacía ellas y les dijo:

-¡Es hora de empezar!

Las enfermeras se acercaron a las máquinas, empezaron a oprimir botones, se movían de un lado a otro desplazando cosas y organizando implementos médicos. Era evidente que no era la primera vez que realizaban este procedimiento. Él, mientras tanto, se aproximó nuevamente hacia la camilla donde la bella mujer yacía. Retiró con delicadeza la máscara de oxígeno del rostro de ella y besó suave y tiernamente su boca, luego se acercó a su oído y le susurró: Te salvaré, mi amor. Puso la máscara de oxígeno en su rostro y se alejó hacía una estante repleto de medicinas varias.

Las enfermeras se pararon a su lado mientras él tomó unos frascos con un líquido que decía “Suero 37h15”, lo observó detenidamente y se dirigió a la camilla vacía. Se quitó toda la ropa y se puso una bata blanca, como la de la mujer a su lado. Se recostó y dio la orden de empezar.

Una de las enfermeras canalizó una vena en el brazo izquierdo del joven mientras la otra le puso una máscara de oxígeno sobre su rostro y dejó fluir el gas.  Luego cada una tomo un frasco del “Suero 37h15” y lo conectaron al catéter que conectaba con la vena de ellos. Lentamente el líquido empezó a gotear mientras ellas se limitaban a observar y de cuando en cuando a revisar los datos en las múltiples maquinas a las cuales se encontraban conectados. El joven, que se encontraba recostado, a veces preguntaba datos a lo cual ellas diligentemente respondían. Los frascos se fueron desocupando hasta que la última gota del suero cayó.

-Doctor, el suero se acabó.

-Inicien la segunda etapa.

Una de las ellas inmediatamente puso un nuevo catéter en el brazo derecho del joven mientras la otra hacía lo mismo en uno de los brazos de la mujer en la camilla. Luego llevaron lo que parecía ser una máquina de transfusiones sanguíneas  y la pusieron en medio de las dos camillas, conectaron los catéteres del joven y la mujer a esta y oprimieron varios botones. La sangre empezó a fluir fuera del cuerpo de ellos hacía la máquina y luego de regreso a su cuerpo. Mientras este proceso se llevaba a cabo, el joven empezó a hablar solo de nuevo.

-‘Siento que está funcionando D. Va a funcionar. Ella estará bien. Todo saldrá bien D.’

El  proceso de la sangre tomó bastante tiempo; tiempo que al joven se le hizo eterno. Su pierna derecha se movía ansiosamente mientras preguntaba frecuentemente los datos a las mujeres.

Un pito en la maquina rompió la monotonía de la situación. Las dos enfermeras se acercaron a la maquina a revisarla.

-Doctor, el proceso ha finalizado.

El joven se incorporó en la camilla mientras se removía los catéteres y la máscara de oxígeno. Se paró con celeridad pero al hacerlo trastabilló a lo cual ambas enfermeras lo sostuvieron. Él las miró, se soltó y se acercó a las máquinas a las cuales ella, su amor, se encontraba conectada. Revisó varios datos para luego acercarse al rostro de ella.  Con gran delicadeza empezó a acariciarle el rostro mientras la observaba. Todo el tiempo repetía: “Vamos amor, despierta, vamos amor despierta”.

-¿Doctor, y qué va a pasar con usted cuándo ella despierte?- Dijo una de las mujeres.

-Nosotros vimos el resultado de las pruebas. Nosotros sabemos qué va a pasar. Pero lo prioritario es que ella despierte sana. –Respondió él con frialdad-

-Doctor…

Las mujeres siguieron hablándole pero él no les ponía atención alguna. Solo observaba a su amada ahí, en la camilla. Repentinamente ella empezó a mover sus extremidades con lentitud. Paulatinamente sus ojos se abrieron.

Lo primero que ella vio fueron los grandes ojos de su amado que la miraba con una cara de felicidad indescriptible. Él se acercó a ella y se besaron fuertemente.

Rápidamente tanto las enfermeras como el joven empezaron a revisar las máquinas y sus datos. Él se veía un poco frenético y sus actuar era acelerado. De cuando en cuando iba a donde su amada y le hablaba al oído.  Lentamente la mujer se fue incorporando en la camilla. Observándolo todo, tratando de ubicarse.

-¿Amor, qué pasó? ¿Dónde estamos? Preguntó ella.

-Estamos en el sótano. En tu última crisis quedaste tan mal… pero espero haberte curado amor. –le respondió él mientras continuaba monitoreando las maquinas

Rápidamente el extrajo otro frasco del gabinete, y con una jeringa saco el líquido del mismo. Se aproximó a su amada y la inyectó. Ella simplemente lo miraba absorta y con felicidad. El rostro del joven empezó a llenarse de gotas de transpiración a lo cual las enfermeras se miraron.

-Doctor, siéntese tenemos que ponerle suero ya. Dijo una de ellas.

-Ya no hay tiempo. ¡Debemos terminar el procedimiento lo antes posible! –respondió-

El joven se veía cada vez más acelerado y congestionado a medida que corría revisándolo todo hasta que mirando una cinta de papel que salía de una de las maquinas exclamó:

-¡Lo logré amor! ¡Lo logré! ¡Estás curada!-

La alegría en el sótano duró muy poco. El rostro del joven empezaba a palidecer. Él se acercó a ella. Sus ojos estaban vidriosos y con un dejo de angustia. La besó fuertemente, se sentó a su lado y se recostó en sus piernas. Ella empezó a acariciarle el cabello. El corazón de él latía cada vez más rápido. Las enfermeras se encontraban estáticas observando. Sabían bien que ya no había vuelta atrás, que no podían hacer ya nada. Todo el sótano se llenó de tristeza y de un silencio sepulcral.

Ellos dos se conocieron ya hacía 3 años, en medio de una de las crisis de ella. En aquella oportunidad él la encontró en la calle, postrada en el suelo llorando. Él la levantó y la llevó a su apartamento donde la cuidó. Nunca más se separaron.  

Mientras su amada aún le consentía el cabello, la vida de D. se extinguió. Todos sabían que ese iba a ser el resultado. Él había jurado curarla de su enfermedad aun a costa de su vida, y esa en esa madrugada había cumplido su palabra.


jueves, 10 de abril de 2014

Encierro

El tedio de ir de un lado al otro sin poder hacer más era desesperante. No lograba entender el porqué de su encierro, cuando hasta hace algunos días tenía la libertad que necesitaba, que merecía, la libertad con que nació. Su último recuerdo como un ser libre fue el de estar con sus hermanos,  felices jugando cuando los atraparon. No volvió a saber de ellos ni de su familia. No sabía bien cuánto tiempo llevaba encerrado pero era mucho tiempo, un segundo sin ser libre era demasiado. La puntualidad de sus captores era algo que le desesperaba. Todos los días a las 7am le daban su alimento. Todos los días aseaban su sitio de encierro. Todos los días y muchas veces al día veía el rostro de aquel ser que se quedaba observándolo, haciéndolo sentir profundamente incómodo, en ocasiones golpeaba las paredes de su sitio de encierro  haciendo que el sonido se propagara enloqueciéndolo. ¡Era una tortura constante!

No existía posibilidad de escape de su prisión. Esta era esférica y de algún material traslúcido. En su interior había alguna especie de ambientación que, macabramente, esperaba simular el exterior, pero que lo único que lograba era generar un ambiente de martirio permanente. Definitivamente sus captores no eran más que unos sádicos completos. Lo secuestraron a fin de entretenerse con su encierro.  

Esa mañana como siempre le arrojaron su alimento a las 7am. Lo observaron y se fueron. Era la última vez que lo molestarían. Decidió dejar de comer y así poder escapar de una vez por todas.


A la mañana siguiente Felipe se levantó como todos los días, feliz a ver a su amado pez, pero este flotaba en el agua. Muerto.

Su Droga

Aquél día se levantó, como todos los días, con un pensamiento en su cabeza. Necesitaba un poco más de esa droga para llegar a la noche y poder dormir. Aun sentía un poco del efecto de la dosis del día anterior, lo cual le dio fuerzas suficientes para bañarse, comer un pan y salir a la calle a buscar lo que tanto necesitaba. 
Tomó el primer bus que iba rumbo a dónde encontraría su tan anhelada droga. El trayecto transcurrió entre sollozos y remembranzas de la noche anterior. Al llegar a su destino saltó del bus con la ansiedad propia de quien, habiendo aguantado la respiración por largo tiempo, busca el oxígeno. Caminó presuroso y llegó a su destino. “El Edén”, era el nombre del bar frente al cual él esperaba. Entró y se sentó. Pagó por adelantado seis cervezas y se concentró en tomarlas, sabía bien que el alcohol haría de la espera algo más llevadero.
Se encontraba ya acabando su cuarta cerveza cuando vio entrar a esa mujer. ¡A esa mujer! El siguiente sorbo de cerveza fue largo y profundo. Pasaron 16 minutos y se paró de la mesa, se aproximó a ella y luego de presentarse y pedir permiso para sentarse se pusieron a hablar. La noche transcurrió entre más cervezas, aguardiente y muchísimas palabras. Él, como siempre, a pesar de su notoria ebriedad y la necesidad de su droga, habló por largo rato. A veces escuchaba pacientemente con genuino interés. En un momento de lo que ya era la madrugada él se aproximó a ella y continuaron su entretenida platica.
No era la primera vez que él hacía esto, podría decirse que era “un conocedor” en el tema. Lentamente y con el sigilo propio de quién ya ha vivido más de una vida se fue acercando a ella. La besó. Se apartó. El efecto fue inmediato. Los sueños se dispararon como siempre solían hacerlo. ¿La playa? ¿El mar? ¿El sol? ¿Viajar? ¿Ser felices?
Ella continuó hablando acerca de un tema al cual él no prestaba atención pero ante el cual asentía matemáticamente. Mientras ella hablaba, el efecto de su droga, ilusionarse,  se acentuaba cada vez más. ¿Casarnos? ¡De una! ¿Hijos? ¿Cuántos vamos a querer? ¡Es que por ti hasta mi alma!
El último sorbo de alcohol se dividió en dos, ¡él compartiría todo con esa mujer!
Un beso de despedida por parte de ella. Acompañarla a tomar un taxi. Otro beso de despedida.
El camino rumbo a casa siempre le resultó difícil pero, como siempre, llegó a casa, se masturbó con los residuos de su droga, de su ilusión, y se durmió con la certeza que esta vez sería la última. Que sería feliz por fin.
Aquél día se levantó, como todos los días, con un pensamiento en su cabeza. Necesitaba un poco más de esa droga para llegar a la noche y poder dormir. Aun sentía un poco del efecto de la dosis del día anterior...

martes, 8 de abril de 2014

Evolución de un Amor

¡Ay!
Andas.
Suspiras.
Nos miramos.
Nos abrazamos.
Nos quedamos callados.
Nos amamos con nuestras almas.
Nos quedamos callados.
Nos abrazamos.
Nos miramos.
Suspiras.
Andas.
¡Ay!

lunes, 7 de abril de 2014

Proceso

Él observaba sus manos arrugadas, resecas y llenas de cicatrices mientras la lluvia que caía salpicaba sus desnudos pies. Las manchas de pintura y el olor a trementina habían sido reemplazados hacía ya muchos años por las manchas del mugre y el olor a humos varios.  Su cabello gris, largo y enredado, al igual que su barba, denotaban el inclemente paso del tiempo para este personaje.
Bajo el momentáneo abrigo del resquicio de una pared, Andrés sacó su pipa, la pipa de turno. Con gran práctica la llenó, la prendió con uno de los fósforos que aún le quedaban y aspiró en repetidas ocasiones con una gran ansiedad. Luego la guardó en un bolsillo de una vieja maleta que cargaba, una maleta que incluso parecía más vieja que el propio Andrés. De esa misma maleta sacó un pedazo de cigarrillo, pero al hacerlo, de esta salió una foto en blanco y negro que por su calidad denotaba que era muy vieja. En esa foto salía un hombre de algo más de 35 años, alto y con un elegante vestido. En su mano derecha llevaba a una niña de alrededor 9 años con un abundante cabello negro y rizado. Andrés soltó la foto y prendió el pedazo de cigarrillo para luego continuar viendo la fotografía. Su rostro no tenía expresión alguna mientras lo hacía, de hecho, su único movimiento era para depositar con cuidado la ceniza en la caja de fósforos.  A medida que consumía su cigarrillo y observaba la fotografía empezó a escuchar una dulce voz que le hablaba.

-¿Me enseñas a pintar papi?
-¡Claro princesa! Ven, acércate.
-¡Papi! No me untes pintura en la cara.
-Tu te untas sola princesa. No te pintes la cara.
-jajaja ¡Papi! Te voy a  pintar tu carota fea.

Una lágrima pesada y cargada se empezó a escurrir por la mejilla derecha de Andrés, la cual él limpio con su manga. Metió nuevamente la mano en la maleta y extrajo la pipa.  El proceso fue el mismo. Llenar, prender, aspirar.

-Papi, ¿por qué llora mami? ¡No entiendo!
-Princesa…
-¿Papi?

Andrés soltó nuevamente la fotografía para esculcar en su maleta por un momento. De su interior sacó un sobre de papel. Antes de abrirlo Andrés miró con recelo a todos lados. Lo abrió y sacó un mechón de cabello negro y rizado. Lo acercó a su nariz y lo olió profundamente. El mechón no tenía olor alguno pero para Andrés dicho mechón aún olía a su princesa.

-¡Papi! ¡Llévame contigo! ¡No me quiero quedar!
-Princesa… Papi debe irse solo. Allá no dejan ir niñas.
-¡Papi yo no soy una niña! ¡Yo quiero irme contigo!

La imagen de Andrés abrazando a Andrea y besándole la frente empezó a dar vueltas por su cabeza sin parar. ¡Rápidamente! ¡El proceso! Llenar, prender, aspirar…

La calle se encontraba sola debido al fuerte aguacero que caía en toda Bogotá. Al frente de donde Andrés se encontraba había una gran plazoleta. Esta se estaba completamente sola pero Andrés podía ver en ella a Andrea, sentada bajo la lluvia llamándolo. Andrés guardó con cuidado el mechón y la fotografía en la maleta. Con gran dificultad se paró, agarró la maleta y empezó a caminar bajo la lluvia mientras llamaba a Andrea. Su silueta se perdió a lo lejos mientras cruzó a la derecha para entrar a la olla. 

domingo, 6 de abril de 2014

Breve Nota de Suicidio

No sé cómo empezar esto. Todas la palabras que quiero usar dan vueltas en mi cabeza enredándose unas con otras. Empiezo.
Hacía mucho tiempo sabía que el final debía llegar pero no sabía cuándo tendría el valor de aceptarlo y asumirlo. Y triste o felizmente ese cuando es hoy.

Los momentos que precedieron a mi decisión transcurrieron entre amor y felicidad. No tendría sentido abandonarlo todo pero igual decido hacerlo. No sé qué me deparará, no sé si recordaré los momentos felices, los rostros de los seres que me rodean, pero igual es el momento indicado. Es extraño no querer hacer algo pero aun así deber hacerlo. Siempre impulsado por ese motor invisible que todo lo impulsa, que me impulsa. Todo finalizará rápidamente, eso lo sé. La verdad no temo al final, ni tampoco temo a qué pueda suceder más adelante, solo tengo miedo de que me olviden. ¿Será que después de mi partida me recordarán? ¿Qué recordarán de mí? ¿Me juzgarán como un buen ser? Deseo que en todo este tiempo yo haya podido dejar amor en todos quienes han tenido contacto conmigo.

Ahora viene el cómo lo haré. A lo largo de lo que ha sido una eternidad he conocido de muchos métodos  para hacerlo. Yo solo quiero recostarme y cerrar los ojos.  

Sé que muchos no entenderán mi decisión y que muchos la cuestionarán. Les parecerá irracional y estúpido. Solo les puedo decir que estoy totalmente de acuerdo, pero algunos tenemos nuestro destino trazado con antelación y desde siempre he sabido que este es mi destino.

Quisiera despedirme frente a frente pero el tiempo apremia. Tengo que hacerlo ya. Sin más palabras pero con todo que decirlo me despido. Con todo mi corazón y alma deseo que la felicidad los embargue a todos. ¡Adiós!


Se recostó y cerró sus ojos como había decidido hacerlo. La oscuridad que lo embargó momentáneamente dio paso al más aterrador de los escenarios, uno que él nunca pudo intuir. Acababa de nacer.

lunes, 4 de junio de 2012

Vida.


Y mientras aguardamos por nuestro final nos aferramos de ilusiones como un bebe se aferra a la teta de su madre. Construimos castillos de naipes que habitamos con nuestros sueños; temerosos del día en que los veamos caer sobre nosotros, más seguros de que algún día lo harán. Nos vamos a dormir creyendo los cuentos de la infancia, donde las princesas amaban luego del primer beso, donde el bien triunfaba y donde al final vivían felices y comían perdices. Rogamos por milagros, los buscamos y en ocasiones los inventamos a fin de satisfacer nuestro profundo y cada vez más grande vacio. Gritamos en silencio y desgarramos nuestra piel tratando de calmar la angustia de continuar en pie. Añoramos el invierno en medio del sol y repudiamos la lluvia cuando queremos calor. Vivimos esperando la muerte y temerosos de su llegada. Basamos nuestras esperanzas en construcciones sociales y culturales, en ser aptos para este mundo y en encajar dentro de modelos abyectos.
Hijos del miedo existencial.

jueves, 24 de mayo de 2012

On The Verge (Poem)



Delusional joys. 
Schizophrenia induced dreams. 
On the verge. 
Self constructed reasons to laugh. 
On the verge. 
Lingering a love that never existed.   
Too many sci-fi movies being written on the brain. 
On the verge. 
Confusing what’s real and what’s not. 
Holding on to the hope of being sane. 
A million ideas that converge on a single thought. 
Hearing them talking trash about me.    
On the verge.
Not enough reasons that validate sanity.
Frightened of losing it.
Friends who are born in the midst of loneliness. 
That particular voice never stops. 
Thought disorder. 
I am not made of tachyons! Quit bugging me! 
The monster lies within. 
On the verge.

miércoles, 8 de junio de 2011

Una tarde en el parque

Se oyen pasar hordas de palabras que se dirigen a lugares desconocidos. Algunas de ellas dejan a su paso extraños eco mudos, que aunque inaudibles, crean un particular dolor de estomago. Luego el silencio, que como el más frío de los vientos polares pasa, haciendo que el cuerpo inevitablemente tiemble y que un suspiro se escape. Los ojos se dirigen automáticamente hacia el cielo, el cual nublado y lánguido, no parece cambiar. Repentinamente las palabras regresan chocando directamente contra el cerebro amontonándose unas con otras dentro del mismo, generando tras un breve tiempo una serie de preguntas cuyas respuestas nunca han existido. La necesidad de emprender vuelo se hace imperiosa, pero el cuerpo yace petrificado con la pesadez de quien ve a la muerte a los ojos y no desea apartarse. El húmedo olor de la tristeza empieza a ser olido e inevitablemente una lágrima se escabulle libre. A lo lejos, en el horizonte, se puede ver como los recuerdos se alejan cubiertos por unas negras nubes que parecen cargar el dolor en sus espaldas, dejando tras de sí, hileras de plañideras que esperan su turno para dejarse llevar por su falso dolor. Las ilusiones caen de lo alto dejando sobre el cuerpo grandes morados sanguinolentos a medida que este es golpeado inmisericordemente. La ausencia de su cuerpo se intuye por el frío que empieza a penetrar los huesos. La nada absoluta!

lunes, 27 de septiembre de 2010

Oh! (Poem)

¡Muerte!
mujer que deseo poseer
boca que añoro besar
frio aliento que a mi alma habrá de sosegar
¡Muerte!
que tanto te espero
¡Muerte! ¡Oh Muerte mía!
los pensamientos me huyen
y el amor se me escapa
y solo a ti pretendo tener
pero a mi evades
con cariñosa actitud
me coqueteas
pero no me hablas
me haces saber de ti
pero te escondes
¡Oh Muerte mía!
que en noches de invierno
y en días de verano
te anhelo
que en medio de la felicidad
o acompañado por la tristeza
creo encontrarte
¡Oh Muerte mía!
te temo y te amo
¿cuándo habrás tú de amarme con la intensidad con que yo lo hago?
Muerte con ausente mirada
Muerte con olor a Asterines
Muerte con sabor a muerte
¡Muerte! ¡Oh mi Muerte!
¡Habrás de ser mi Muerte!

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Mi Oscuridad

Y en la oscuridad de mis noches lloro, gimo, grito, muero, y aún así me sigues amando. El mundo, oscuro debería ser para que no pudiéramos ver los rostros sangrantes de nuestros hijos, para que nuestra visión fuera nula y así poder amar lo detestable. No encuentro más paz o lugar más pacífico que un cementerio, donde la oscuridad acoge al muerto, sin importarle como se vea o como haya sido. Y con la muerte preparan el banquete que ha de calmar el hambre del agobiado mental, y sin llanto o ningún mal abrazan nuestros fríos y abandonados cuerpos y a pesar de esto nos dan la vida al ofrecernos el dulce sorbo del olvido y el abandono.
Y si el imprudente gorrión con su canto interrumpe el idilio con la muerte, nosotros hemos de callar para que sus notas exalten cada ves mas la belleza del silencio, de la oscuridad, de la ausencia. Si tan solo supiéramos oír, podríamos entender las palabras amorosas que el silencio nos repite a cada instante, o entenderíamos los insultos proferidos por la boca del recién nacido que encontrándose frente a la blasfema luz de la vida llora y entiende cuan bella es la oscuridad.
Y en el sepulcro, la muerte, la oscuridad, el silencio y la paz se han reunido para felicitar al que ha dejado de ver y sufrir la luz. Y en medio de un grito silencioso y una fiesta sin colorido bailan las felices y ya libres almas de los liberados. Gozan el amor brindado desinteresadamente por la muerte, toman el vino dulce y embriagante de la paz eterna, cantan al ritmo de las notas del silencio y la oscuridad como buena anfitriona protege y ama a los que en ella se han dado la oportunidad de morir para así poder vivir.