Él
observaba sus manos arrugadas, resecas y llenas de cicatrices mientras la lluvia
que caía salpicaba sus desnudos pies. Las manchas de pintura y el olor a
trementina habían sido reemplazados hacía ya muchos años por las manchas del mugre
y el olor a humos varios. Su cabello
gris, largo y enredado, al igual que su barba, denotaban el inclemente paso del
tiempo para este personaje.
Bajo el momentáneo
abrigo del resquicio de una pared, Andrés sacó su pipa, la pipa de turno. Con
gran práctica la llenó, la prendió con uno de los fósforos que aún le quedaban
y aspiró en repetidas ocasiones con una gran ansiedad. Luego la guardó en un
bolsillo de una vieja maleta que cargaba, una maleta que incluso parecía más
vieja que el propio Andrés. De esa misma maleta sacó un pedazo de cigarrillo,
pero al hacerlo, de esta salió una foto en blanco y negro que por su calidad
denotaba que era muy vieja. En esa foto salía un hombre de algo más de 35 años,
alto y con un elegante vestido. En su mano derecha llevaba a una niña de alrededor
9 años con un abundante cabello negro y rizado. Andrés soltó la foto y prendió
el pedazo de cigarrillo para luego continuar viendo la fotografía. Su rostro no
tenía expresión alguna mientras lo hacía, de hecho, su único movimiento era
para depositar con cuidado la ceniza en la caja de fósforos. A medida que consumía su cigarrillo y observaba
la fotografía empezó a escuchar una dulce voz que le hablaba.
-¿Me
enseñas a pintar papi?
-¡Claro
princesa! Ven, acércate.
-¡Papi! No
me untes pintura en la cara.
-Tu te
untas sola princesa. No te pintes la cara.
-jajaja ¡Papi!
Te voy a pintar tu carota fea.
Una lágrima
pesada y cargada se empezó a escurrir por la mejilla derecha de Andrés, la cual
él limpio con su manga. Metió nuevamente la mano en la maleta y extrajo la
pipa. El proceso fue el mismo. Llenar,
prender, aspirar.
-Papi, ¿por
qué llora mami? ¡No entiendo!
-Princesa…
-¿Papi?
Andrés
soltó nuevamente la fotografía para esculcar en su maleta por un momento. De su
interior sacó un sobre de papel. Antes de abrirlo Andrés miró con recelo a
todos lados. Lo abrió y sacó un mechón de cabello negro y rizado. Lo acercó a
su nariz y lo olió profundamente. El mechón no tenía olor alguno pero para
Andrés dicho mechón aún olía a su princesa.
-¡Papi! ¡Llévame
contigo! ¡No me quiero quedar!
-Princesa…
Papi debe irse solo. Allá no dejan ir niñas.
-¡Papi yo no
soy una niña! ¡Yo quiero irme contigo!
La imagen
de Andrés abrazando a Andrea y besándole la frente empezó a dar vueltas por su
cabeza sin parar. ¡Rápidamente! ¡El proceso! Llenar, prender, aspirar…
La calle se
encontraba sola debido al fuerte aguacero que caía en toda Bogotá. Al frente de
donde Andrés se encontraba había una gran plazoleta. Esta se estaba completamente
sola pero Andrés podía ver en ella a Andrea, sentada bajo la lluvia llamándolo.
Andrés guardó con cuidado el mechón y la fotografía en la maleta. Con gran
dificultad se paró, agarró la maleta y empezó a caminar bajo la lluvia mientras
llamaba a Andrea. Su silueta se perdió a lo lejos mientras cruzó a la derecha para
entrar a la olla.
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