jueves, 10 de abril de 2014

Encierro

El tedio de ir de un lado al otro sin poder hacer más era desesperante. No lograba entender el porqué de su encierro, cuando hasta hace algunos días tenía la libertad que necesitaba, que merecía, la libertad con que nació. Su último recuerdo como un ser libre fue el de estar con sus hermanos,  felices jugando cuando los atraparon. No volvió a saber de ellos ni de su familia. No sabía bien cuánto tiempo llevaba encerrado pero era mucho tiempo, un segundo sin ser libre era demasiado. La puntualidad de sus captores era algo que le desesperaba. Todos los días a las 7am le daban su alimento. Todos los días aseaban su sitio de encierro. Todos los días y muchas veces al día veía el rostro de aquel ser que se quedaba observándolo, haciéndolo sentir profundamente incómodo, en ocasiones golpeaba las paredes de su sitio de encierro  haciendo que el sonido se propagara enloqueciéndolo. ¡Era una tortura constante!

No existía posibilidad de escape de su prisión. Esta era esférica y de algún material traslúcido. En su interior había alguna especie de ambientación que, macabramente, esperaba simular el exterior, pero que lo único que lograba era generar un ambiente de martirio permanente. Definitivamente sus captores no eran más que unos sádicos completos. Lo secuestraron a fin de entretenerse con su encierro.  

Esa mañana como siempre le arrojaron su alimento a las 7am. Lo observaron y se fueron. Era la última vez que lo molestarían. Decidió dejar de comer y así poder escapar de una vez por todas.


A la mañana siguiente Felipe se levantó como todos los días, feliz a ver a su amado pez, pero este flotaba en el agua. Muerto.

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