-¡Me
declaro culpable del asesinato de ese niño! Su señoría. -dijo David-
Algunas
lágrimas silenciosas se escurrieron en la sala de la corte dónde él era acusado
del asesinato del joven Sebastián Gonzales, de 9 años. Los rostros de horror y
repudio en la audiencia y en el jurado se manifestaron apenas él dijo esas
palabras. El silencio fue breve, pero tan frío y cortante como el cuchillo que
David había utilizado para acabar con la vida de ese tierno ángel aquella noche.
Esa noche
David había salido de su casa a caminar alrededor de las 7pm. Llevaba puesto su
abrigo de invierno debido al frío penetrante que le calaba los huesos. Desde hacía 3 años las noches eran un martirio
para él. Antes del incidente, él, su esposa, y sus dos hijos se sentaban
alrededor de las 7pm para cenar juntos. La última vez que lo hicieron, José, su
hijo de 3 años regó la comida y David lo regaño por tu torpeza. Nunca había
podido superar que las últimas palabras que su hijo menor escuchó de parte de
su padre fueron un regaño.
-Señor Rodríguez,
-dijo el juez- dudo mucho que siendo usted su propia defensa el hecho de
aceptar tan brutal crimen le genere algún tipo de rebaja de pena. Pero la ley
es para todos. Prosiga.
-Gracias señoría,
-dijo David- Señoras y señores del jurado, señoría. Mis primeras palabras ante
ustedes han sido esas, me declaro culpable. No espero, ni deseo que ninguno de
ustedes me absuelva de la pena máxima, la pena de muerte. No espero ni deseo
que ninguno de ustedes reduzca mi condena. De hecho, al yo renunciar a mi
derecho a ser defendido por un abogado y asumir mi propia defensa no tenía en
mente defenderme en ningún momento de algo que no es defendible bajo ninguna
perspectiva. Solo decidí aprovechar esta tribuna para explicar mi caso. Solo
Dios sabe mis razones para hacer lo que hice y espero que en su misericordia me
permita irme al infierno. Ahora ustedes, señoras y señores del jurado, su señoría,
sabrán qué sucedió y por sobre todo, por qué sucedió.
David sabía
que el joven Sebastián llegaba de su clase de violín alrededor de las 8pm por
lo que, luego de haber caminado por un tiemp,o se escondió tras el gran Abedul
que se encontraba en medio de las dos casas. Ese mismo Abedul que en algún
momento albergó la casa en el árbol de su hijo mayor, Andrés. La casa en el
árbol –pensó en voz alta-, mientras esperaba la llegada de quién sería su
víctima. Inevitablemente los recuerdos llegaron a él como un puño al hígado…
Al entrar
en la casa, luego de la cena, el miedo
hizo presa de él al observar un gran charco de sangre en la cocina. Su primer
instinto fue empezar a gritar los nombres de sus hijos y esposa mientras
entraba en las habitaciones de su casa, pero no logró encontrarlos. Con
angustia llamó a la policía. Las palabras fueron una bizarra y dolorosa mezcla
de gritos, llantos y gemidos de dolor. Mientras aguardaba a que la policía
llegara empezó a observar la casa con mayor detenimiento y vio un rastro de
sangre que salía por la puerta trasera de la casa. Siguió ese rumbo con ansiedad
y aún con la esperanza de que su familia hubiese escapado a salvo de su
agresor. El rastro de sangre llevaba
hacía la base del Abedul por lo que decidió subirlo para mirar en su interior.
-Señor Rodríguez
–interrumpió el juez-, no crea que con lo que desde ya se evidencia como un típico
caso de hacerse la victima obtendrá alguna simpatía o logrará postergar la
inevitable decisión.
-Para nada
su señoría, -dijo David- no busco eso en lo absoluto. Yo deseo ser condenado lo
más pronto posible, por lo que trataré de abreviar mi relato. Señores y señoras
del jurado, su señoría, –continuó David- mi nombre es David Coronado. Si, el
esposo de la tristemente famosa María Sánchez.
La ansiedad
por la demora de Sebastián se estaba tornando imposible de sobrellevar. Estar
tras el Abedul y recordarlo todo empezaba a generar ganas de arrepentirse de
cometer tan vil acto, pero a su vez recordarlo todo le daba la fuerza para
hacerlo. ¡Debo hacerlo! –se dijo a sí mismo-
Al ingresar
a la casa en el árbol la imagen que encontró revolvió sus entrañas provocándole
ganas de vomitar. En el interior de la casa en el árbol estaban los cadáveres
de sus dos hijos, degollados. Y frente a él estaba su esposa, arrodillada y
sosteniendo un cuchillo contra su propio cuello. David se acercó lentamente a ella para
quitarle el cuchillo, pero ella de un solo movimiento cortó su propio cuello.
David se abalanzó y con sus manos hizo presión sobre la herida pero la sangre
manaba a borbotones entre sus dedos. La mirada de su esposa se apagó inexpresiva.
-He de
hacer un par de salvedades antes de continuar mi exposición. Cómo bien lo
demostraron las investigaciones posteriores a ese doloroso día, mi amada esposa,
quién tenía un largo historial de psicosis,
sufrió un ataque psicótico por culpa del psiquíatra que decidió suspenderle las medicinas, lo cual la llevó a realizar lo que realizó. Ella era la mujer
más tierna del planeta y la mejor madre posible. Nunca he dejado de amarla,
aunque lo que hizo nunca será perdonado por Dios.
Finalmente Sebastián
apareció y sin darse cuenta se fue aproximando a su final. Y además de todo lo
dejan caminar solo a estas horas de la noche, ¡malditos!, -pensó David-
mientras del interior de su abrigo sacaba un largo cuchillo. David salió de su
escondite y se aproximó a Sebastián por su espalda sin que el tierno infante lo
notara. Con su mano derecha tapo la boca del niño mientras con su mano
izquierda clavó el puñal en la base de su cráneo causándole la muerte
instantánea. Tomó el cuerpecito y lo puso en el suelo. Ya puedes descansar
angelito, -dijo- mientras le besaba la frente con amor. Levantó su mirada solo
para ver la ventana de Sebastián…
Casi tres
años habían pasado ya desde el incidente y cómo siempre David salía alrededor
de las 7pm a caminar. Acababa de pasar el Abedul cuando el llanto de un niño
llamó su atención. David se quedó quieto para que poder escuchar bien y
determinar su procedencia. Su cabeza giró hacía la ventana de Sebastián, el
hijo de los vecinos. David se aproximó a esta pero se detuvo al escuchar las
voces de dos hombres que hablaban entre ellos. David sólo entendió unas pocas
palabras, suficientes para saber que sucedía.” Tu hijo es delicioso…”
-Señoras y
señores del jurado, señoría. Cómo evidenciarán los documentos que he aportado a
ustedes los padres de ese angelito no solo abusaban de él sino que además lo prostituían a sus más depravados amigos. Yo lo descubrí hace unos meses. Ahora
bien, ustedes se preguntarán, ¿qué desquiciado decide, sabiendo esto, matar al niño? Bueno, ya verán que dicha
locura no es tal. Rápidamente explicaré mi lógica.
Los rostros
de la gente en el estrado se encontraban en un estado de sorpresa tal que nadie
se movía y la gente parecía ni siquiera respirar ante el relato del acusado.
-Cuando mi
amada esposa asesinó a nuestros angelitos se condenó a si misma al infierno.
Mis angelitos, como tales, están en el cielo. Sebastián, ese angelito, al ser
asesinado por mí fue directo al cielo y no sufrió lo que hubiese sido una vida
llena de dolores y traumas insuperables. Yo, al asesinar a ese angelito iré al
infierno, con mi amada. Y los malditos padres irán a la cárcel con las pruebas
que he aportado. Así es que señoras y señores del jurado, señoría, exijo para mí,
por favor, la pena de muerte. Gracias.
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