Y ahí me encontraba yo en medio de dolor más
grande que hubiese sentido en toda mi existencia. Sabía bien que mi final
estaba próximo y solo me restaba aguardar a qué este llegara. En algunas ocasiones
me había preguntado cómo sería mi muerte, pero no imaginé algo así. El dolor se
acrecentó súbitamente cuando otra parte de mi cuerpo fue arrancada. Nunca pensé
que fuera a ser víctima de lo que no puede ser más que un juego maquiavélico y
sádico. Podía verla directamente a sus ojos mientras ella lo hacía. Su boca se
movía pronunciando palabras ininteligibles a medida que, con sus propias manos, destrozaba mi cuerpo. Ni mis gritos ni mis suplicas por misericordia parecían importarle.
Esa mañana mientras yo me encontraba en el
patio disfrutando del sol la vi aproximarse a mí. Su rostro poseía una dulzura
digna de un ángel y una sonrisa radiante que competía con el brillo del sol. Sus
ojos tenían una ternura inconmensurable. Era la mujer más bella que yo alguna
vez había visto. Al acercar una de sus manos a mi cuerpo sentí sobre mí la
calidez de su piel suave y tersa. Fue en
ese instante, con ese rostro dulce, con esa sonrisa radiante, con esa tierna
mirada y con sus tersas manos que me tomó y desató su locura sobre mi cuerpo.
Ahí empezó la tortura.
Nunca pensé que uno pudiese acostumbrarse al
dolor, pero a medida que la tortura continuaba estaba descubriendo que sí es
posible. Incluso me atrevería a decir que se puede llegar a vivir perpetuamente
con el dolor. Creo que este es tan
natural en nuestra existencia como puede serlo la muerte. Ella seguía despedazándome
y realmente ya no me importaba. Lo que más me dolía en ese instante no era
tanto mi cuerpo destrozado e irreconocible, me dolía haber sido presa de sus
encantos y de su engaño. Sabía que mi fin estaba a un par de segundos de
distancia.
Alcancé a ver como un pedazo de mi cuerpo cayó
al suelo luego de que ella lo arrancara. Y así, sin más ni más la vida se
extinguió de mí ser.
-No lo amo. -dijo Sofía-, a medida que
arrancaba el último pétalo de la Margarita que acaba de deshojar por completo. Miró el tallo inerte
de la misma y simplemente lo botó.
-No lo amo. -repitió mientras se alejaba del
patio-.
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